Simplemente no es gracioso o el malestar en la cultura patriarcal

Por Tamara Kritzer*


¿De qué te reís?

Nadie puede negar el placer que produce la risa. Un buen chiste bien contado, por una persona particular, en el momento y lugar adecuado puede ser un regalo al alma, a la inteligencia. ¿De qué podemos reírnos los seres humanos? Absolutamente de todo. El humor es un mecanismo que puede transformar una situación terriblemente adversa en maravillosa en pocos segundos y con gran espontaneidad. Para Freud, el chiste es la más social de todas las operaciones anímicas que tienen por meta la ganancia de placer (1905). Considera al humor como la más elevada de las operaciones defensivas, dado que permite suprimir un afecto penoso, y transformarlo en una sensación agradable, haciendo triunfar el principio de placer sobre el de realidad. Los chistes nos causan risa porque se conectan con aspectos reprimidos en nuestro inconsciente, utilizando la misma energía que destinábamos al juego en nuestra infancia, de manera transformada. Dichos aspectos reprimidos se vinculan con conflictos psíquicos y con el malestar inherente a cada contexto cultural.

Como ejemplo del mecanismo psíquico, ligado a lo cultural, propongo que apreciemos dos modestos chistes, en que el doble sentido toma lugar, y cuya agudeza nos conecta con representaciones inconscientes y preconscientes:

- ¿Qué le dijo la soda al vino? - Shhhhh

- ¿Por qué una caja va al gimnasio? - Para hacerse Caja Fuerte

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En el primero, no solo se hace alusión a la costumbre de combinar la soda con el vino, cosa que alude a una costumbre argentina, sino que el “shh” condensa los significados de “pedir silencio”, al mismo tiempo que imita al sonido de un sifón.

En el segundo, la palabra “fuerte” es utilizada tanto para  describir el resultado de ir al gimnasio, como la alusión a la "caja fuerte", que es un objeto específico. 

Nos reímos de nuestro propio inconsciente, al mismo tiempo que socializamos y compartimos representaciones del mundo en que nos toca vivir. Podemos pensar que el malestar en la cultura, es una de las principales fuentes de material para que comediantes transformen una realidad adversa en algo grotesco y digno de generar carcajadas. Los chistes no son universales. Lo que causa gracia en una época o lugar, produce rechazo, indiferencia o incluso sufrimiento en otras circunstancias.

La risa es algo espontáneo, no podemos prevenirla, pero sí preguntarnos por qué ciertos temas nos hacen reír. ¿Cuál es el malestar que nos aqueja en esta época que debemos transformarlo en humor para poder sobrevivir? ¿Qué pasa cuando el chiste no solo tiene la intención de generar placer, sino también herir a otros? ¿En qué punto el mecanismo de ahorro de sentimiento displacentero que produce el humor es eficaz, en la medida que reproduce y banaliza modalidades de violencia? Si bien no es la moral lo que habilita a que algo tenga o no gracia, cuando un chiste produce directamente dolor, el posible resultado de la risa de los otros se vuelve un modo de retorcer el cuchillo en la herida. 

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Quizás uno de los límites con los que en algún momento se puedan encontrar quienes utilizan la comedia para, por ejemplo, sostener la inferiorización de las mujeres en diferentes niveles, es que sus chistes simplemente no sean graciosos para nadie. No se trata de inhibir o censurar los chistes, sino de cambiar algo de la cultura en la que vivimos para que ya no causen gracia, para que sean ajenos, propios de un malestar cultural que no se siente.

La violencia no es un chiste

El humor sexista reafirma sus prejuicios, y afianza estigmatizaciones, poniendo en palabras ridiculizantes lo que el feminismo señala sobre la cultura patriarcal. Los chistes machistas conservan la paradoja de ser una crítica al modelo que sostienen, y del cual hacen uso para generar jocosidad. Podría señalarse que en realidad se inspiran en señalamientos feministas que tienden a desnaturalizar modalidades patriarcales de la vida cotidiana. Cuanto más fuerte se vuelve la deconstrucción feminista, más ferviente y picante se transforma el humor machista. Es como si necesitara los señalamientos que tienden a deconstruir el patriarcado para obtener sus ideas supuestamente brillantes. Cuanto más se muestran las diferencias de poder en la relación de los géneros, más insisten los “graciosos” en que las mujeres vuelvan a la cocina, encontrando cada vez modos más sofisticados de decirlo. Lo que desconocen es que deben su inspiración a la resistencia que les producen las lecturas opuestas a lo que quieren sostener. Dado que carecen de argumentos que permitan justificar el modo en que consideran que deben ser las cosas, y que se sienten amenazados por discursos más complejos y consistentes, la única refutación que encuentran como defensa es el humor. El problema es que el humor machista no solo implica un mecanismo de defensa de quienes se sienten amenazados por la posibilidad de perder poder o ciertos privilegios, sino que es en sí mismo un ataque, un cobarde acto de violencia. Por otro lado, sucede un fenómeno que hasta le quita el estatuto de humor: no es gracioso. O bien, solo le causa risa a quienes comparten la misma sensación de amenaza ante un discurso más consistente que aquel que les permite mantenerse cómodos en su lugar.

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Para la representación machista, la intimidad del hogar es donde pertenece una mujer sumisa encargada de las tareas domésticas. Otra posibilidad dentro de este tipo de pensamiento es pensar a la mujer reducida al lugar de objeto. 

La presencia de una mujer exitosa por fuera del ámbito familiar implica una amenaza que despierta conjeturas que en ocasiones se transforman en comentarios supuestamente chistosos. Por ejemplo, la invitación de una famosa actriz a una reunión con el presidente (más allá del trasfondo político o la discusión en torno a la situación sanitaria) despertó en ciertos funcionarios la chispa de comentar jocosamente que lo había hecho de rodillas. Esto no solo deja implícita la idea de que los logros que pueden llegar a obtener las mujeres se deben a su función como objetos sexuales de los hombres, sino que además conserva la maliciosa intención de generar dolor. No es un chiste, es violencia de género. 

Ojalá los chistes machistas dejen de ser reflejo de una sociedad desigual en lo que respecta al género, y pasen de ser rudimentarios y agresivos a ser obsoletos, para en algún momento dejar incluso de ser chistes.

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La gracia de no opinar sobre el cuerpo ajeno

El “body shaming” es un mecanismo empleado por personas que quieren ser cómicas, o bien generar un impacto que produzca que su discurso sea escuchado. Consiste en avergonzar a alguien por su cuerpo o algún rasgo o parte del mismo. Va desde la descripción de un cuerpo ajeno sin ningún tipo de consentimiento, con la finalidad de estigmatizar sutil o directamente su figura, hasta la utilización de ciertas palabras descriptivas de los cuerpos como insultos. Por suerte, cada vez se vuelve más visible esta modalidad violenta de referirse a los otros, a veces para generar risas, y otras para generar un público con la representación de que ciertos cuerpos son dignos de habitar en el espacio sin ser señalados, mientras otros se destacan por tener un rasgo diferencial. Nombrar a alguien como "plus size", especialmente si nada de lo que representa o comunica se engloba en esa categoría (y aunque se autodenominara de esta manera, también ameritaría revisar ese término), es un acto estigmatizante y violento. Y si bien generar un impacto humorístico no fue la finalidad que tuvo, por ejemplo, una revista argentina para referirse hace unos meses atrás con ese término a una princesa adolescente, sí reproduce la cultura que subyace a los chistes y comentarios que tienden a estigmatizar a la mujer, reduciéndola a su aspecto físico, y marcando un “plus” como si hubiese algo que sobrara.

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Si bien muchos “chistes” o comentarios que tienden a reproducir ciertos modos de estigmatización y sexismo, surgen desde supuestos lugares de ingenuidad e ignorancia, en realidad lo que generan es la perpetuación de los diferentes niveles en que se expresa la violencia patriarcal.

Los seres humanos evolucionamos para encontrar mecanismos de defensa cada vez más sofisticados, y llegamos al punto de encontrar la forma de reírnos de nosotros mismos y de nuestras fallas y desgracias. El humor negro es un buen ejemplo de cómo lo terrible puede tomar un tono de comicidad. Sin embargo aún no encontramos la manera en que la empatía encuentre su lugar. Todavía no definimos dónde está el límite entre transformar una desgracia en gracia para poder procesarla, y herir a alguien con nuestros comentarios con el fin de obtener risas o simplemente atención. No desarrollamos la fabulosa habilidad de aprovechar la oportunidad de mantenernos callados cuando vamos a hacer un comentario hiriente, o cuando nos resulta cómico algo que perpetúa una cultura que nos hace daño.

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El malestar en la cultura patriarcal en la que estamos inmersos, genera producciones supuestamente humorísticas que hacen que el chiste pierda la función de ser un mecanismo psíquico altamente social destinado a producir placer. Los chistes machistas, y los comentarios sobre los cuerpos ajenos, gracias a los señalamientos que tienden a desnaturalizarlos, pierden cada vez más público, y por ende, su gracia. Nos quedaría pendiente desarrollar la manera en que, sin restringir el despliegue de las maravillas del humor, la empatía también forme parte de la ecuación.

Freud, S. (1905). El chiste y su relación con lo inconsciente. Obras completas. Tomo 8. Buenos Aires: Amorrortu.


* Lic. Tamara Kritzer. MN 60685. Psicóloga clínica infantojuvenil. Atención de pacientes con consumos problemáticos en el Dispositivo Pavlovsky. Coordinadora del Dispo Teens

** Claire Bretécher (1940-2020), notable creadora de tiras humorísticas e ilustraciones, colaboradora de importantes periódicos belgas y franceses. Sus tiras fueron publicados con gran éxito en numerosos países. Los frustados y Agripina dieron origen a dibujos animados. CB satirizó sin piedad y con enorme ingenio a distintas clases sociales, a los intelectuales, la edad, el psicoanálisis, la religión, la maternidad... Feminista temprana, en 1976 diseño un afiche para el Movimiento por la Libertad del Aborto y la Anticoncepción.