Por Cecilia Sorrentino
Vas a escribir. En cuanto tengas un rato, vas a escribir. Mejor ya mismo. Ahora. Mientras los chicos duermen y todavía hay silencio.
Si pudieras escribir de un tirón, con un único empuje, quizás lo lograrías.
Si no se desgranara el tiempo en esto y lo otro. Si pudieras tener presente solo una cosa cada vez. Y no pensaras en todas las demás.
Si no fuera por las interrupciones.
Si olvidaras que no queda queso rallado para las pastas del almuerzo. Ni jabón en polvo.
Si no recordaras que el mantel se manchó de vino anoche. Quizá, si no hubieras visto las manchas al levantar la mesa después de la cena, no habrías pensado en ponerlo en remojo y entonces tampoco habrías comprobado que se acabó el jabón en polvo. Ni habrías ido hacia la heladera para agregar “jabón en polvo” en la lista del supermercado.
Si encontraras un sitio desde el que no pudieras ver que el perro está a punto de pisar el cantero de violetas. Si no tuvieras que gritarle al perro -pero en voz baja para no despertar a los chicos- que no pise las violetas.
Si no tuvieras perro.
Si no existieran las violetas. Si no te conmoviera el detalle de descubrirlas bajo el manto de hojas.
Si hubieras sabido lo que hacen con una los detalles.
Si no te dieras cuenta ahora de que le falta tierra al cantero de las violetas. Le vas a decir a él que antes de que acabe el verano hay que renovar la tierra de ese cantero. Lo vas a anotar para no olvidarlo. Vas a fijar el papel con un imán al costado de la heladera. Y te lo vas a sacar de la cabeza.
Entonces, vas a escribir.
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Hannah Höch |