Por Avelina Lésper
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Lucian Freud. Autorretrato, 1985 |
El mundo no
ha cambiado, ni nosotros tampoco; contemplo los cuerpos desnudos que ha pintado
Lucian Freud, la vulnerabilidad de la carne, los miembros entregados a la
observación del artista, y somos ese cuerpo que se enferma en una pandemia, que
se destroza en una guerra, vivimos, somos a través de ese conjunto de vísceras,
piel y emociones. Europa se volcó en fiestas, celebraciones, fue la orgía que
consagraba la vida. La diferencia con este final de la cuarentena, es que no
hay esa sensación de triunfo; al contrario, se respira un cese sin optimismo.
El tránsito de un periodo de pérdidas no anuncia que este vaya a terminar.
Al final de
las guerras viene un furor de la reconstrucción, la reunificación, un deseo de
sanar heridas, de recuperación, en nuestro país (México) no es así. No se ha
lanzado un solo plan de recuperación para el arte y la cultura, no hay una sola
propuesta para motivar al público para que regrese a los museos, los teatros,
salas de conciertos, la danza, es decir, la actividad que incentiva a la
creación. Al final de las guerras hay ciudades destrozadas, en nuestro propio
final de capítulo hay miles de negocios destruidos, millones de empleos
perdidos, las escuelas están saqueadas, y eso es parte de esta sensación de que
no ganamos una lucha, porque no hay señales de gloria.
En la
Ciudad de Nueva York van a organizar un gran concierto en Central Park, para
celebrar que ya terminó la cuarentena, que regresan a la vida, se anuncia la
reapertura de Broadway, aquí el luto es porque el gobierno mexicano, el poder,
no fue suficientemente halagado en las elecciones. En su arrogancia no hay más
pérdida que su imagen sucia en el espejo.
Contemplo
las pinturas de Lucian Freud, escucho las Partitas
para piano de Bach, y veo que la belleza existe a pesar de nosotros y para
nosotros. Lo que nos ha demostrado esta pandemia es que en este país el poder
no está a la altura de las tragedias. En el recuento de los acontecimientos,
podremos decir que lo poco que se haya ganado es saber que seguimos siendo ese
cuerpo que pintó Lucian Freud, y que nuestra vulnerabilidad es nuestra
naturaleza, capaz de sobrevivir sin esperanza.
Artículo originalmente publicado en www.avelinalesper.com. Para acceder a
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