Corea en el centro de la escena editorial

Por Amalia Sato

Sin tener ancestros coreanos, tras ser becario en la Universidad de Seúl, la pasión por el idioma y la cultura coreanos llevó a Nicolás Braessas a desarrollar múltiples actividades como docente, traductor y editor. En esta entrevista, el emprendedor cultural -que se formó como traductor de inglés en el Lenguas Vivas Sofía Spangenberg- nos cuenta sobre esta elección que proyecta desde la editorial Hwarang en Buenos Aires. 

Nicolás Braessas en el LTI, Corea

Uno de las infidencias que tenemos sobre tu ruta hacia esta geográficamente lejana cultura es que asististe a un ciclo de cine en la sede de Palermo Chico de la Embajada, y que allí algo se te disparó y entraste en modo “pasión por Corea”. ¿Cómo fue ese pasaje?

- Fue durante 2013, yo no sabía casi nada sobre Corea, solo lo básico: que el país estaba dividido en dos, que el norte era comunista, poco más. El ciclo de cine desplegaba la historia de la península, desde la antigüedad hasta el siglo XXI. Quedé impresionado por todo lo que vi, y en ese momento me decidí a estudiar el idioma en el barrio coreano de Flores. Todavía no había institutos y mi profesor era un coreano que quería dar a conocer su cultura a través de clases particulares. Al ser yo traductor de inglés y al ver que casi no había nada traducido, la idea de fundar la editorial nació naturalmente. Las primeras obras coreanas recién fueron traducidas al español a finales de los 90, o sea que es una literatura absolutamente nueva entre nosotros.

K-Pop, la película Parasite, Bajo Flores y su culinaria, ahora también en pleno microcentro, las telenovelas… ¿Qué les llama la atención de la cultura coreana a los argentinos? Tenemos ya una tercera y cuarta generación de coreanos ¿que conservan su cultura, su lengua?, ¿se sienten integrados?

- En Buenos Aires tenemos dos barrios coreanos, el de Flores y el de Floresta. La oferta gastronómica y cultural es impresionante, desde los karaokes hasta un jjimjilbang (sauna al estilo coreano similar al sento japonés). Si algo caracteriza a esta colectividad en Argentina es su capacidad para mantener su cultura. Las generaciones anteriores eran monolingües, las actuales son bilingües. Si bien durante la hiperinflación de Alfonsín y la crisis del 2001 muchos emigraron del país, la colectividad sigue siendo numerosa y en los últimos años creo que la integración se dio de forma mucho más veloz. En parte por ser ya hijos y nietos de inmigrantes, y por otra, por el fanatismo que empezó a despertar Corea.

Casi toda la oferta cultural se centra en Buenos Aires, pero el K-pop fue generando clubs de fans en todas las provincias: una suerte de peñas que organizan festivales relacionados con Corea, con concursos de baile, ferias gastronómicas, talleres de idioma. Lo increíble es la horizontalidad con la que se dio este fenómeno que no se nuclea a través de un organismo específico. El año pasado el Centro Cultural Coreano comenzó a darle un enfoque más federal a su oferta, pero lamentablemente la pandemia afectó esta intención. Lo que más les llama la atención a los argentinos es el cine y la música, y también que de repente Corea se convirtiera en actor importante de la economía mundial. La idea de la editorial Hwarang es llevar esa pasión también a la literatura.

¿Qué impresiones rescatás de tu viaje a Seúl?


- Seúl es una ciudad muy intensa y muy nocturna. Una antología que publicamos hace poco se titula Laberintos de Neón y creo que ilustra bastante bien la sensación que tuve al vivir allá. Las luces, los ríos de gente que no cesan, los rascacielos… Cuando volví a Argentina, me acuerdo que fui a comer una pizza a la calle Corrientes y me pareció muy chiquitita y poco iluminada. Algo que también disfruté mucho allá es que se podía percibir como una ciudad que estaba en la cresta de la ola, con mucho crecimiento; se respiraba ese fervor en la calle. Si bien es algo que se repite mucho, sentí en carne propia que el centro global está migrando a Oriente.

Desde mi interés en Japón siempre destaco la tardía entrada de la escritura -los ideogramas chinos en el siglo V de nuestra era-, y la posterior mutación de los ideogramas en escritura fonética, en la que las mujeres de la Corte jugaron un rol esencial con su caligrafía blanda. Vemos que en Corea recién en el siglo XV se crea la escritura fonética hangul que reemplaza los ideogramas chinos que usaba la clase dirigente. ¿Te podrías explayar sobre la creación fascinante de estos signos que parecen creados por un computer? ¿Es cierto que fue inventada para instruir a las mujeres en el Confucianismo? ¿Se trató de una alfabetización de mujeres generalizada y con intenciones sociales?

- La creación del hangul por parte del Rey Sejong significó el reemplazo de la escritura china, que era muy compleja y que fonéticamente no tenía relación con la lengua coreana. La idea era alfabetizar rápido a las clases populares. Sin embargo, la élite ninguneó este alfabeto y el chino se siguió usando como lengua culta hasta el siglo XX, cuando el nacionalismo coreano impuso al hangul como símbolo independentista. ¡Tuvieron que pasar cinco siglos! No fue inventado para mujeres ya que la cultura neoconfuciana de Corea era profundamente patriarcal; la educación femenina estaba mal vista y no era relevante. De hecho, hay un borramiento casi total en la esfera pública de lo femenino durante la dinastía Joseon. La utilización del hangul por parte de las mujeres se dio por descarte ya que tenían prohibido aprender chino y, en general, solo las kisaeng, cortesanas similares a las geishas, y algunas aristócratas tenían la posibilidad de educarse.

Tengo entendido que el catálogo de Hwarang es bastante abarcador…

- Las tres grandes ramas de nuestro catálogo son obras literarias contemporáneas; obras históricas, que contribuyan a formular una trayectoria de esta literatura; y obras de interés general, como nuestro libro de cocina o el diccionario ilustrado de palabras intraducibles. La idea es abrir la posibilidad de ingresar a Corea sin pasar por el inglés. El libro ¿Por qué te empeñas en sufrir así? Pioneras del feminismo coreano ya es parte de la bibliografía de los estudios coreanos en universidades mexicanas y chilenas. La intención no es centrarnos solo en la actualidad sino crear herramientas para que los estudios coreanistas tengan su lugar en la academia y la cultura popular. Así un libro young adult como la novela que publicamos de Chung Serang para un público bien adolescente, convive con un clásico como A vista de cuervo de Yi Sang, figura fundamental del modernismo coreano. En la sección más clásica del catálogo, los paratextos -como los estudios preliminares y prólogos- son fundamentales para cumplir nuestro objetivo.

¿Cuáles son los países donde se percibe un interés mayor por la cultura coreana? Sin duda, la ayuda del gobierno de ese país para apoyar las traducciones contribuye a esa difusión.

- El Literature Translation Institute (LTI) es fundamental para difundir la literatura coreana. Además del apoyo económico, que en países como el nuestro es importantísimo para poder comprar derechos de autor, hay una academia para formar traductores con distintas lenguas de origen. El coreano es una lengua que solo se habla en la península, y becar estudiantes para aprender el idioma y darles herramientas de traducción es una estrategia muy acertada. La ola coreana en estos momentos es global: el cine coreano arrasa en todos los festivales, el Oscar de Parasite fue realmente histórico. BTS es la banda de música más importante del mundo. Un caso que me impresionó muchísimo fue el de este grupo en Arabia Saudita: la primera banda extranjera en hacer un concierto en ese país. Que una formación de pop rompiera el conservadurismo religioso de esa nación resultó una locura total. Los videos de ese concierto son delirantes, se nota ese tipo de fervor que generaron los Beatles en su momento, y en un país que hasta hace nada no dejaba que las mujeres manejaran autos. Cuando yo viajé a Vietnam, con mi grupo de amigos hacíamos chistes porque había más posters callejeros de BTS que de Ho Chi Minh. Esta foto la saqué en Retiro, Buenos Aires, en el 2019 yendo para Mar del Plata:

Foto Retiro, viaje a Mardel

Volvamos al libro sobre escritoras feministas coreanas. ¿Qué coordenadas favorecieron este desarrollo? En Japón, curiosamente, la occidentalización Meiji, por ejemplo, catapultó a muchas mujeres del mundo galante a ser esposas de políticos, gracias a su soltura en el desempeño social; la posguerra y la Ocupación norteamericana también fueron una brecha para generar cambios.

- El feminismo coreano nació durante la Ocupación japonesa. Las mujeres de clase alta que fueron a estudiar a Japón entraron en contacto con estas ideas por primera vez. Dos de las autoras de nuestra antología, Kim Yryeop y Na Hyeseok, fueron admiradoras de Raichō Hiratsuka. Por lo dolorosa que fue la Ocupación japonesa y el énfasis de la historiografía nacionalista, no se le da suficiente relevancia a estos intercambios transnacionales. A diferencia de lo que pasó con el movimiento comunista, donde los intelectuales coreanos y japoneses compartían una idea más internacionalista de la cultura y había una unidad que superaba las fronteras, los grupos feministas no estaban tan vinculados.

En un principio, estas pioneras, que se llamaban a sí mismas “nuevas mujeres”, fueron vistas como el epítome de la modernización y el progreso: las primeras que podían acceder a la educación formal y eran prácticamente iguales a los hombres. Sin embargo, a medida que el clima belicista del Japón imperial se fue volviendo más brutal, y el independentismo coreano cobrando fuerza, se fue creando una paradoja muy triste. Si las mujeres abrazaban las ideas feministas se las consideraba “occidentalizadas” o “colaboracionistas” ya que esas ideas eran foráneas. Pero si seguían en su rol tradicional confuciano, su lugar en la sociedad era de sumisión total ante el orden patriarcal de la antigüedad. Fuera lo que fuese que eligieran iban a sufrir, y eso fue lo que pasó: algunas terminaron rechazadas por la sociedad, otras encontraron en la vida monacal del budismo una vía de escape. Cuando terminó la Ocupación, estalló inmediatamente la Guerra de Corea que dividió la península en el Sur capitalista y el Norte comunista; todos los debates feministas se clausuraron y estas pioneras fueron olvidadas. Recién en la década del 80, cuando Corea del Sur ya se encontraba en una situación económica distinta, resurgieron estos debates.


Parecería que Japón le funcionó a Corea como un disparador de elementos culturales.

- Japón fue históricamente la potencia cultural de Asia en el siglo XX. Durante la primera mitad del siglo, la influencia sobre Corea fue total debido a la Ocupación. En la segunda mitad, hasta se prohibió que la radio pasara música japonesa debido al resentimiento que dejó ese hecho histórico. Fue ahí cuando la cultura estadounidense desembarcó plenamente. Corea fue un punto clave de la Guerra Fría como contención de la Unión Soviética en Asia. Hay una hibridación muy grande en lo que es la cultura popular coreana entre todos esos factores. 

¿Cómo funciona la maquinaria del showbusiness que lanza iconos culturales como Gangnam Style y Parasite?

- Todo el modelo de industrias culturales en Corea fue mixto, con apoyo estatal, fundamental para hacerlas rodar y volverlas competitivas a nivel global. Desde ayuda económica hasta proteccionismo en la programación de los cines. Lo que en mi opinión fue un gran acierto es que, una vez que devinieron competitivas, le dejaron al sector privado seguir ese camino. Los resultados están a la vista: hoy Corea es una potencia cultural, y en Asia eso se advierte mucho. De hecho, países como Japón o China ya están tomando medidas e incluso hablan de un “dumping” cultural que está destruyendo algunas de sus industrias.

¿Qué especificidad ves en los temas y en el tratamiento de la literatura coreana que ustedes, formados en nuestro medio educativo y cultural, han emprendido como editorial?

- La literatura coreana cuando comenzó a publicarse en el mundo hispanohablante era traducida por coreanos que tenían al español como segunda lengua. Además de resultar traducciones un poco aparatosas, las obras que elegían tal vez eran relevantes para ellos a nivel personal, o quizás buscaban mostrar algo que juzgaban de un cierto nivel cultural, lo que creían digno de hacer conocer del país en el mundo, muchas obras sobre la Guerra de Corea… Sin tener en cuenta las apetencias de nuestro público. Nosotros buscamos un equilibrio entre estas posiciones. Pensamos qué podría funcionar acá, pero manteniendo el elemento sorpresa. La literatura coreana es muy distinta respecto a la nuestra, sus preocupaciones no son las mismas. Otro problema que se da con las culturas tan lejanas de nosotros es que suele haber un mediador europeo o estadounidense; primero las obras se publican allá, sobre todo en inglés, y si funcionan, se publican acá. El objetivo de Hwarang es crear un diálogo directo con la cultura coreana y armar un corpus de obras que nos interpele como lectores.

Me sorprendió la forma en que encararon la traducción polifónica del poeta Yi Sang, incluyendo el trabajo desde el portuñol de Douglas Diegues. No puedo evitar pensar en Néstor Perlongher, en mi admirado Haroldo de Campos…

Dando una charla en el Centro Cultural Coreano 

- La obra de Yi Sang surgió durante la Ocupación japonesa. Él fue parte de la primera generación que conoció la literatura occidental. Esa mixtura de lenguas se ve muchísimo en su obra que en parte fue en japonés y en parte en coreano. La complejidad de su escritura, que mezcla ideogramas chinos, el alfabeto coreano y palabras occidentales, crea arduos desafíos de traducción. A diferencia de la gran mayoría de los alfabetos que solo representan sonidos, los ideogramas también tienen una carga semántica. El sinólogo Charles Holcombe afirma que el uso de la escritura china crea un “imperio de ideas”, que circula y refuerza los conceptos chinos y excluye otras ideas o, al menos, dificulta su expresión. Ese “imperio de ideas” plasmadas en la materialidad del ideograma hace casi imposible su traducción total en alfabetos fonéticos. Un ejemplo de los juegos que creaba Yi Sang con el intercambio de alfabetos puede observarse en sus poemas japoneses. La escritura japonesa se compone de tres elementos: los ideogramas chinos (kanji), el hiragana (silabario fonético) y el katakana (silabario fonético que se usa exclusivamente para escribir palabras extranjeras). Yi Sang en sus poemas hacía hablar a los japoneses con el katakana y escribía las palabras extranjeras en hiragana. Un juego visual subversivo que denunciaba la otredad de los colonizadores en la península y la apropiación poscolonial de los colonizados. Al hacer traducciones en lenguas mixtas como el spanglish, quichuañol, catanyol, portuñol, etcétera, queríamos recuperar estas tensiones del lenguaje entre lenguas asimétricas. Por cierto, Haroldo de Campos era un gran admirador de Yi Sang, consideraba que era uno de los mejores poetas asiáticos del siglo XX. Para la edición brasilera de sus obras, Haroldo de Campos escribió el prólogo y corrigió estilísticamente las traducciones. Paulo Leminski fue otro gran admirador brasilero de Yi Sang.

¿Proyectos de la editorial para el futuro inmediato?

- Hay tres libros que vamos a publicar muy pronto. Uno es una antología de cuentos de varias autoras, titulada Solo las mujeres no regresan a casa. El tema  es la violencia de género y el estilo una suerte de gótico, un terror bastante particular. También vamos a publicar un libro de Park Min Gyu que me emociona muchísimo, es mi escritor coreano favorito. Fue el gran renovador de las letras en su país que quebró la tradición dominante del realismo del siglo XX. También habrá una nueva edición de A vista de cuervo de Yi Sang pero con el agregado de tres transliteraciones judías: el ladino sefardí o judeoespañol, el castidish que se hablaba en los conventillos porteños a principios del siglo pasado y el hebrañol moderno que hablan hoy los argentinos en Israel. El proyecto con Yi Sang va más allá de un solo libro y nuestra idea es publicar una edición nueva con tres transliteraciones más cada año.

Por último, vamos al nombre de la editorial, Hwarang, es decir, guerreros poetas del reino de Silla. ¿Una tradición al estilo de El cortesano de Baltasar Castiglione?

- En la era de los Tres Reinos, cuando la península todavía no estaba unificada, el reino de Silla estaba en la punta que daba al mar. Por esta situación alejada pudo dedicarse por completo a la cultura y dejar a un lado lo militar. El reino de Koguryo -que tenía la frontera con lo que hoy es el noroeste chino- estaba muchísimo más militarizado. Los gobernantes de Silla, conscientes de esta diferencia de poderío bélico, decidieron crear un cuerpo de élite llamado Hwarang, que en coreano significa “muchachos flor”. El objetivo fue que este grupo tuviera entrenamiento militar, pero también que dominara todas las artes del Reino: una suerte de guardianes de la cultura en caso de que pasara lo peor. Los requisitos para ser Hwarang eran muy particulares: juventud y belleza. Llamamos Hwarang a la editorial para recordar a estos muchachos, que fueron custodios y protectores de lo mejor de Corea, en nuestra intención de crear vínculos culturales entre países tan diferentes.