La evolución cultural, ¿creó a la mujer?
La mujer es el futuro del hombre se titulaba un film de 2004 dirigido por el surcoreano Hong Soo. Y el paleoantropólogo francés Pascal Picq se pregunta en su nuevo ensayo -Et l’évolution crea la femme- publicado en octubre pasado sobre los orígenes de la mujer, que no serían precisamente Eva en el bíblico Paraíso Terrenal saliendo en cueros de la costilla de Adán (¿habría que decir “como Dios la trajo al mundo”?). Después de repasar las relaciones de varones y mujeres en las primeras sociedades humanas, Picq se enfoca particularmente en la perspectiva de la evolución: explora el pasado comparando a los seres humanos con sus más próximos parientes, monos y grandes monos. Porque los puntos comunes en estas especies no son solamente biológicos, conciernen también a la vida social, incluidas las relaciones entre los sexos. Y se pregunta nuestro paleoantropólogo si la coerción hacia las mujeres es realmente una fatalidad evolutiva o una invención cultural y trata de averiguar por qué se convertiría en regla para la especie humana. He aquí algunas frases clave de Picq para tener bien en cuenta: “La historia de la aventura humana respecto de las mujeres ha sido largo tiempo ocultada, invisivilizada en muchas disciplinas. Por cierto, se conoce a la mona Lucy, el fósil australopithecus de 3 millones de años que reescribió la historia de la evolución. Pero en toda la imaginería prehistórica, son los hombres los que protagonizan las representaciones con sus utensilios primitivos”; “Siempre es el hombre quien pinta el fresco, y la mujer la que prepara los pigmentos”; “El femicidio es propio del hombre. El hombre puede ser el peor enemigo de la mujer: las cifras están al alcance para demostrarlo”; “No existe fatalidad natural y universal que predisponga a la violencia”.
Las grandes relegadas del Père-Lachaise
Experta guía, licenciada en historia del arte, Laure Nermel, después de comprobar in situ que los/as visitantes del célebre cementerio parisino Père-Lachaise pedían mayoritariamente ver tumbas de varones prestigiosos (Oscar Wilde, Chopin, Molière, Jim Morrison, etcétera, etcétera) y apenas de unas pocas de mujeres destacadas (Piaf, Colette…), decidió armar un recorrido especial que saldara ese olvido. Así fue que confeccionó una larga lista de damiselas valiosas entre las que figuran artistas de la talla de Rose Bonheur, Marie Laurencin; actrices geniales como Sarah Bernhardt; escritoras del altísimo nivel de Colette; la fotógrafa Gerda Taro (pionera del fotoperiodismo); la matemática Sophie Germain (sus teorías de los números y las superficies cambiaron el paisaje científico de su tiempo y aún se estudian). Laura Nermel también rescata a la audaz espía telegrafista Juliette Dodu que en la guerra francoprusiana de 1870 salvó a 40 mil soldados de morir, primera damisela en recibir la Legión de Honor. Y asimismo, pourquoi pas, a la popular bailarina de can-can Jane Avril, musa de Toulouse-Lautrec.
Descubriendo y valorando a las señoras por hora
Ya son dos los varones periodistas que se han dedicado a poner en valor la labor de las empleadas domésticas: en 2019, Thimotée de Rauglaudre presentó Premières de Corvée, un libro que saca a la luz detalles de la problemática de estas trabajadoras, casi siempre inmigrantes en Europa. En estos días, el inglés Nick Duerden dio a conocer Dishing the Dirt: The Hidden Lives of House Cleaners, ensayo que, como el de Thimotée, parte de testimonios de limpiadoras de casas, londinenses en este caso: “Personas que tienen la llave de nuestras identidades reales, de quiénes somos en lo privado, a puertas cerradas”, anota Duerden, observador de las tensiones no verbalizadas que surgen entre empleadores y empleadas en pleno siglo XXI. El libro no intenta ni ser un estudio profundo en la materia ni suscitar una polémica ruidosa, sino que prefiere detenerse en las vidas de esas personas que con frecuencia entran y salen sin ser vistas, siempre en segundo plano y, sin embargo, indispensables para el funcionamiento de las casas cuyos dueños tienen otros oficios o profesiones. ND les ofrece a esas mujeres que friegan las ollas, aspiran el polvo, lavan los vidrios, la oportunidad de hablar libremente de sus ansiedades, frustraciones, ilusiones, de las nostalgias del país de origen. Hay historias muy diversas en Dishing…, algunas tristes, otras no tanto. Curiosamente, entre las posibilidades de laburo doméstico, figura la de las trabajadoras que aceptan hacer la faena desnudas. Como Brandy, madre de 30 años que plancha, tiende camas y demás quehaceres tan desvestida como sus empleadores (todos varones) que entretanto miran. Las reglas son estrictas: se puede mirar pero no tocar. Contra todo pronóstico, Brandy se manifiesta contenta, esas condiciones hacen más rentable su trabajo. Duerden, especializado en arte y en temas de crianza, sorprende en el epílogo declarando que en el futuro dejará de tomar limpiadoras porque ha descubierto “lo importante que es enseñar a sus hijos adolescentes a ordenar y limpiar antes de que sea demasiado tarde”.
Diseñadora feminista que viste a hombres
Creadora de la marca De Bonne Factura, Deborah Neuberg es una emprendedora de la moda que interactúa con talleres que garantizan calidad, autenticidad y buenas condiciones de trabajo. Esta decisión la tomó al regresar de la China, ver su sistema de producción y advertir que en su propio país se podían fabricar íntegramente las prendas que diseñaba, asociándose con pequeños talleres familiares, con tradición. Lo inhabitual del caso es que DN hace ropa masculina, decantándose por un estilo clásico, intemporal y a la vez contemporáneo. En su maison del Marais parisino se puede apreciar parte de su guardarropa con sus sobretodos, camisas, suéteres, ya de fino de linón, ya de rugosa lana. La treintañera Deborah dice que siempre le tiró la moda y también ser emprendedora; luego de cursar en el Instituto de la Moda de París, comenzó a trabajar en Hermès, desarrollando accesorios de seda, pero siempre con la idea fija de crear un vestuario de esenciales masculinos de buena calidad, garantizando transparencia total en todo el proceso de producción. Logró presentar su primera colección en un salón de Pitti Uomo, Milán, 2013, ¡y funcionó de maravillas! Sostiene Deborah que eligió crear moda masculina porque le encantan ciertos materiales, la durabilidad de esta ropa, la gramática precisa del estilo clásico. Y aunque prefiere telas made in France, para las camisas de popelina de algodón recurre a Japón, donde se reproducen a la perfección tejidos europeos de principios del XX. Entre sus preferencias exclusivas, figuran los botones de nuez de corozo, suerte de marfil vegetal. “Los tipos suelen tener una relación más íntima con su ropa que las mujeres, si le toman cariño a un blazer, a un abrigo son capaces de usarlo hasta que se deshilache… Me gusta esa actitud: llevo puesto un suéter de cachemira que era de mi padre, una prenda con historia de hace 30, 40 años”.
La diferencia que no existía
Un artículo de la revista estadounidense Science Time acerca respuesta a la remanida discusión sobre si existen diferencias entre los cerebros femenino y masculino. Discusión que tantos clichés (generalmente misóginos) ha inspirado a lo largo del tiempo. Bueno, tal parece que prácticamente no existe la tan pregonada diferencia, y que el mayor peso del masculino no implica más inteligencia. Ya nuestro feminista de avanzada John Stuart Mill (1806-1873) había señalado que de ese razonamiento se podría deducir que ballenas y elefantes son bastante más talentosos que los seres humanos… La cuestión es que un estudio dirigido por la neurocientífica Daphna Joel, desde 2015, después de examinar las IRM (imágenes de resonancia magnética) de 1800 cerebros, y de haber medido las regiones que supuestamente presentaban mayores diferencias entre los sexos, se constató que apenas entre el 3 y el 6 por ciento de IRM concordaban con las ideas recibidas sobre cerebros femeninos y masculinos. Quedando así aclarado que más que el sexo biológico, es el aprendizaje lo que puede modificar las conexiones neuronales del cerebro e influir sobre su estructura. Así, un equipo de investigación observó que el hipocampo, región responsable de la navegación, está más desarrollada en choferes de taxi que en otros oficios.