¿Quiénes
eran las brujas y por qué eran peligrosas? Si nos ponemos a pensar, lo primero
que nos puede venir a la cabeza es aquel personaje literario de la bruja de
cuento, arrugada, vieja y con verrugas que vuela en una escoba. Sin embargo,
hace siglos, la creencia en la existencia de brujas era real. Eran,
generalmente, mujeres, aunque también había brujos, pero en la tradición
occidental es un personaje muy simbólico asociado a lo femenino, la noche y lo
subversivo. La imagen que tenemos de ellas es la de mujeres solitarias, que
experimentaban con remedios caseros, pero, en realidad, ponían en práctica
diversos conocimientos, en lo que podríamos definir como uno de los primitivos
intentos de práctica química, médica o botánica. No hay que olvidar que, en el
contexto de hace siglos, la práctica médica se realizaba en entornos
domésticos. Si la medicina tradicional fallaba, la gente de las aldeas acudía a
las llamadas brujas buscando soluciones a todo tipo de dolencias. La
legitimidad del uso curativo de las plantas fue, desde bien temprano, una
problemática de difícil resolución para la Iglesia. Se estipulaba que no se
podían recolectar plantas, salvo que su efectividad se reconociese
estrictamente como una manifestación del poder divino. Sí estaba permitido a
los eclesiásticos estudiar sus propiedades, mientras que el interés de algunas
mujeres que las recolectaban, era considerado una manifestación demoníaca.
Fueron perseguidas, sobre todo, en el siglo XV, con la publicación del Malleus Maleficarum
y el impacto del encuentro entre Europa y América, momento en el que las
prácticas de la sabiduría indígena eclosionan con las tradiciones del Viejo
Continente y la caza de brujas alcanza un apogeo notable en el siglo XVII,
cuando se celebra en España uno de los procesos inquisitoriales más célebres:
el de
Zugarramurdi. No obstante, sabemos por los documentos, que las llamadas
“brujas” siguieron desarrollando su actividad clandestinamente, aunque corrían
el riesgo de ser acusadas de herejía y quemadas en la hoguera, solo por el
hecho de recolectarlas.
Existen
documentos que confirman la existencia de mujeres que hicieron verdaderas
aportaciones a la ciencia y que fueron consideradas brujas por la cultura
popular, una de ellas es la llamada “Bruja de Shropshire”, cuya historia
involucra al médico William
Withering (1741-1799), que podría haber aprendido las propiedades de la Digitalis purpurea,
conocida comúnmente como dedalera, a partir de su visita a una anciana
curandera que conocía sus propiedades, para tratar diversas enfermedades y que
había podido curar a diversas personas, allí donde otros médicos habían fallado.
Así lo relata Withering en su tratado An Account of the Foxglove
and some of its Medical Uses With Practical Remarks on Dropsy and Other
Diseases (1785, Birmingham), donde escribe lo siguiente:
En el año 1775, se me pidió mi
opinión sobre una receta familiar para la cura de la hidropesía. Me dijeron que
el secreto había sido guardado durante mucho tiempo por una anciana mujer de
Shropshire, que a veces había realizado curas allí donde los practicantes
habituales habían fallado.
Esta
misteriosa anciana conocida como la “Bruja de Shropshire” o “Madre Hutton”, se
convertiría en imagen de la bruja en la cultura popular asociada a herbolarios,
médicos y farmacéuticos del siglo XVIII. Parece ser, incluso, que esta Sra.
Hutton había tratado al Dr. Cauley, decano del Brasenose College de
la Universidad de Oxford, que acudió a ella con un caso severo de hidropesía. Se contaba
que ella había sido capaz de curar su dolencia, incrementando el mito de esta
desconocida mujer, cuyos conocimientos botánicos no se habían difundido hasta
la llegada del Dr. Withering. Una de las pocas imágenes que nos ha llegado de
ella, es la que representó el ilustrador William Meade Prince
(1893-1951), titulada William Withering
exchanging golden sovereigns for the “secret recipe” held by “Old Mother
Hutton”, que se hacía eco del suceso muchos años después, lo que demuestra
hasta qué punto la historia había calado en el imaginario social.
![]() |
William Withering y Mother Hutton |
Recorriendo
la historia de la medicina es frecuente encontrar ciertos aportes de
conocimientos que se deben a personas completamente ajenas a ella. Las
dedaleras constituyeron una de las armas más valiosas del tratamiento de
enfermedades cardíacas y todo parece indicar que fue descubierta por una mujer
anciana y desconocida del siglo XVIII. Withering, siendo uno de los clínicos
más distinguidos de esa época, consiguió que ella le transmitiera sus
conocimientos y, tras ensayarlo con sus enfermos, analizarlo y estudiar la
manera correcta de administralo, divulgó por todo el mundo las propiedades de
la planta, sin ocultar la procedencia de sus conocimientos. Sin embargo,
dejaría en el anonimato el nombre de su descubridora. Gracias a ella y a los
estudios de Withering, desde 1783, la dedalera figuraría en la farmacopea de
Edimburgo, una de las más importantes guías médicas de recetas y medicamentos.
El
anonimato de esta anciana es un hecho mucho más relevante de lo que parece. La
caza de brujas había sido un sometimiento forzoso a las leyes impuestas por la
dominación del poder dominante. En realidad, acusar a una mujer de bruja,
suponía castigarla por actuar en contra de las normas que se le imponían. De
hecho, siglos antes, la propia Hipatia de Alejandría,
una de las primeras mujeres científicas de las que tenemos certeza, ya había
sido acusada de hechicera. Muchas de las acusaciones de brujería fueron
formuladas frente a aquellas personas que simplemente destacaban por su
diferencia. Uno de los casos más llamativos fue el del cirujano transexual del
siglo XVI Eleno
de Céspedes, nacida como Elena, pero que según la documentación se hizo
pasar por hombre y fue acusada de hechicería y herejía.
La
escritora Silvia
Federici tiene una visión muy clara de esa persecución que muchas mujeres
sufrieron “por brujas”. Se trataba de un castigo contra la libertad
reaccionaria de esas mujeres. En una entrevista, se le preguntó a Federici lo
siguiente: “¿Cómo es posible que la matanza sistemática de mujeres no se haya
abordado más que como un capítulo anecdótico en los libros de Historia?” Nadie
recuerda haberlo estudiado en la escuela ni está verdaderamente presente en los
estudios de historia de la ciencia. A lo que ella respondió: “Este es un buen
ejemplo de cómo la Historia ha sido escrita por los vencedores”.
Referencias
Garrido,
Elisa (2018) “¡Por brujas! Saberes y poderes”, Principia
Magazine, nº7, Ed. especial Mujeres Increíbles
Federici,
Silvia (2010). Calibán
y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid:
Traficantes de sueños
Withering, William (1785). An Account of
the Foxglove and some of its Medical Uses With Practical Remarks on Dropsy and
Other Diseases, Birmingham, Printed by M. Swinney, pág. 2
Sobre la autora
Elisa
Garrido (@cienciaconarte) es Doctora en Historia y Teoría del Arte.
Actualmente, es investigadora visitante en la Universidad de Oxford donde lleva
a cabo su proyecto postdoctoral “Female Science in History of Art and Visual
Culture: Witches, Supporters, and Heroines”, en el que analiza la visibilidad
de la ciencia hecha por mujeres a través de la historia del arte, en relación
con la imagen tradicional de la autoridad científica y las representaciones no
normativas.
Artículo originalmente publicado en
Mujeres con ciencia. Para ver la nota original, dar click aquí.